martes, 19 de enero de 2016

Jordania 2013


[... continuación de la entrada anterior Egipto 2013]

Día 10: Dom 29sep13

El vuelo que me trajo desde Luxor aterrizó en El Cairo pasada la media noche y mi siguiente conexión hacia Ammán estaba programada a las 8:40 am, por lo que debía pasar toda la madrugada en el aeropuerto de El Cairo sin mucho que hacer y tratando de dormir un poco sobre las incómodas sillas ubicadas en el hall de ingreso. Una vez que empezaron a registrar a los pasajeros, fui de los primeros en pasar por el control migratorio (que fue bastante ligero), busqué mi sala de embarque, abordé mi avión y después de poco más de una hora ya había llegado al modernísimo Aeropuerto Reina Alia.

La primera impresión fue de llegar a un país mucho más rico que Egipto, el aeropuerto era moderno, impecable y muy ordenado. El trámite de la visa se hace en el mismo aeropuerto y es muy fácil de obtener, pagando JD 20 (sólo en efectivo y moneda local). El centro de la ciudad está a 35 km del aeropuerto y dado que ya casi era medio día, el calor se hacía sentir. Tomé un taxi hacia el centro y mi primera conversación con un jordano fue bastante breve: pregunté al conductor sobre el clima y el tráfico en la ciudad (en inglés) pero como respuesta obtuve un “speak no Arab? So, no English”.

Mi hotel estaba ubicado muy cerca al Citadel de Ammán, en medio de una zona comercial con bastante actividad. A pesar del bullicio que había durante el día, de noche era muy tranquilo, pero fue aquí cuando recién noté las sesiones de rezo de los musulmanes: cinco veces al día, la primera muy temprano casi al amanecer, luego al medio día, a media tarde, al ocaso y a la media noche. Desde algún lugar alguien canta en árabe usando un megáfono (lo cual hace que este ritual sea imposible de pasar desapercibido) y todos se detienen a rezar. Debo admitir que al inicio me pareció intimidante pero luego me fui adaptando.


Después de dejar mis cosas en el hotel, salí a buscar comida y dar mi primer paseo por los alrededores. La zona era prácticamente un mercado donde vendían joyas, ropa, carne, artículos para el hogar, por lo que no fue difícil encontrar un lugar para comer comida local: falafel (croquetas de garbanzo) servidas con pan pita y mansaf (cordero sancochado con arroz y frutas secas picadas). Una de las ventajas de estar en esta área era los precios asequibles y la sensación auténtica de estar rodeado de gente local. Salí del restaurante y a pocos metros me encontré con la gran joya de la ciudad: el Teatro Romano, abierto hacia la calle y de libre ingreso.


Después de pasear por la zona y descansar un poco, necesitaba comprar algunas cosas personales y de paso ver la parte más moderna de la ciudad, así que tomé un taxi hacia el City Mall. El cambio de una zona tan auténticamente jordana a un oasis occidental fue súbito y al mismo tiempo reconfortante. Debo admitir que necesitaba un poco de esa dosis después de estar 10 días en Medio Oriente, y también necesitaba comprar champú, barras de cereal y agua embotellada. Un café en Starbucks y cenar en un restaurante de una famosa cadena occidental recargaron mis baterías para seguir (aunque en este último no venían cerveza ni otras bebidas alcohólicas). Regresé al hotel y ya acostado, antes de conciliar el sueño, volví a escuchar el rezo comunitario.


Día 11: Lun 30sep13

Al día siguiente muy temprano, tomé desayuno en la terraza superior del hotel desde donde se podía ver el Teatro Romano y parte del centro de la ciudad. El desayuno era una mezcla de típico con occidental y consistió de jugo de frutas, humus, tortillas de maíz, pan, queso y un poco de mermelada. Comí suficiente como para no sentir hambre por varias horas, ya que saldría temprano a conocer los castillos ubicados en el desierto del este, cerca a Azraq.


Consideré que para este tipo de visitas, lo mejor era contratar el taxi particular que me ofrecieron en el hotel, a un precio muy razonable (JD 18) por todo el día y que compartí con un turista norteamericano que hablaba muy poco. La visita tomaría toda la mañana hasta poco después del almuerzo y el día ya pintaba como soleado. Salimos del hotel temprano y visitamos el primer castillo: Qasr al-Hallabat.


Este castillo tiene arcos muy bien conservados, pórticos, escaleras, piezas talladas en piedra y mosaicos. Desde la parte superior del castillo se puede ver la inmensidad del desierto oriental, y resulta fácil entender por qué este lugar era estratégico para advertir la presencia de algún visitante inesperado. Vale mencionar que la entrada a este castillo es gratuita.


El siguiente castillo sería el Qasr al-Azraq, ubicado en el pueblo del mismo nombre, azraq significa azul en árabe por la presencia de un lago y humedales que servían de reposo para los antiguos viajeros entre Jerusalén y Bagdad. Actualmente, el lago está seco ya que fue drenado para abastecer la demanda de agua en Ammán.


De cualquier forma, este castillo justifica la visita ya que en algún momento Lawrence de Arabia se instaló en ese lugar durante su revolución ante los turcos. La entrada tiene dos pisos de altura y conduce hacia una amplia zona abierta al cielo, arcos muy bien preservados y varios ambientes separados por muros de piedra.


La entrada a este castillo tenía un precio de JD 1 y este ticket era válido para ingresar a los siguientes dos castillos que visita después de este.


La siguiente parada sería el castillo de Qusayr Amra, el cual es patrimonio cultural de la humanidad y en su interior presenta frescos que datan del siglo VIII, actualmente en proceso de restauración, además de un pequeño domo en perfectas condiciones.


La parte final del trayecto comprendía la visita al castillo Qasr Kharaneh, el cual estaba en medio de una zona desértica y tenía la apariencia más cercana a una fortaleza que sus predecesores. La puerta de ingreso es mucho más grande que las anteriores, y el edificio tiene muchas divisiones interiores, escaleras y pasajes muy bien conservados.


De acuerdo con la descripción, esta edificación no tenía fines bélicos, sino que probablemente era un punto de reunión para los antiguos nobles. En el interior, el detalle de las columnas y los arcos podría soportar esta hipótesis.


Desde temprano había planeado ir hacia la zona norte del país: Ajloun y Jerash, utilizando el mismo servicio de la mañana, esta vez por JD 25. Esta área se caracteriza por tener mucha influencia romana, lo cual es evidente al recorrer sus sitios más representativos. El inicio de la visita fue Ajloun, donde se tiene básicamente el Castillo de Ajloun o Qala’at ar-Rabad (admisión JD 1). Este castillo, construido en el siglo XII, muestra un excelente estado de conservación y está ubicado en la cima de una colina desde donde se puede ver el Valle del Río Jordán.


Dentro del castillo se ha instalado un pequeño museo con muestras arqueológicas encontradas en la zona, como restos de cerámicas, inscripciones talladas en piedra, pequeños mosaicos, entre otros. Lamentablemente, esta zona del mundo es un poco congestionada por algunos conflictos entre los territorios de Israel, Palestina y Siria, quizás por eso, no había tanta afluencia de turistas al momento de mi visita.


Después de visitar Ajloun, nos fuimos hacia Jerash, conocida como la “Pompeya de Asia” por los innumerables vestigios de su pasado romano. Este impresionante centro arqueológico (el precio del ticket de ingreso fue de JD 8) me dio la bienvenida con su majestuoso ingreso: el Arco de Adriano. Pasando el arco, hacia la izquierda se encuentra el Hipódromo, donde actualmente se ofrece una recreación de las carreras con carruajes.


Más adelante, se puede ver la Puerta Sur muy cerca al Templo de Zeus, al cual se puede acceder subiendo una pequeña colina.


A pocos pasos, cruzando unos arcos de piedra que no dan pista de lo que se encontraría más allá, se llega a la parte superior del Anfiteatro Sur.


La Plaza Oval se conforma por una extensa área rodeada por columnas romanas y una central, la cual se puede observar mucho mejor desde el Templo de Zeus, al mismo tiempo que aproveché para tomar un descanso sentado bajo la sombra que me ofrecía una de las imponentes columnas del Templo de Zeus.


Atravesando la Plaza Oval, caminando a lo largo de una calle limitada por columnas de piedra se puede llegar hacia el Templo de Artemis, la diosa de la caza y la fertilidad, hija de Zeus. Recuerdo que mientras subía por las escaleras de piedra me encontré con varios ciempiés que me hicieron tener el doble de cuidado en esta zona.


Creo que podría pasar escribir más líneas y subir más fotos tratando de describir lo que Jerash ofrece a sus visitantes pero igual no le haría justicia a esta joya mundial. La satisfacción de haber disfrutado de este lugar fue el prólogo perfecto para lo que vendría en los siguientes días, cuando llegué a Petra.

Día 12: Mar 01oct13

Al día siguiente, temprano en la mañana tuve mis cosas listas para salir hacia Petra. Como los días anteriores, fui con un vehículo particular que me cobró JD 90, haciendo paradas en Madaba, Monte Nebo y un resort con salida al Mar Muerto donde almorzaría. La primera parada sería en la Iglesia de San Jorge en Madaba. Esta ciudad se caracteriza por tener la mayor población cristiana del país (casi la tercera parte) y por sus famosos mosaicos. En una de las tiendas de Madaba aproveché en comprar uno de los recuerdos más bonitos que tengo de este viaje: una caja en madera con un mosaico del árbol de la vida en la cubierta.


Siguiendo el viaje hacia el sur, la siguiente parada fue en el Monte Nebo. La historia cuenta que en este lugar Moisés divisó la tierra prometida y tuvo singular atención mundial cuando el Papa Juan Pablo II lo visitó en el año 2000. En el sitio también hay un museo donde se pueden apreciar algunos mosaicos y un mirador espectacular.


El viaje se hacía un poco pesado por el calor que azotaba al rayar el medio día y el merecido descanso vendría al poco rato, cuando llegué a un hotel donde el pago de la entrada me permitiría entrar al Mar Muerto, disfrutar de las piscinas del hotel y luego almorzar. La particularidad de este mar es que se encuentra poco más de 400 metros por debajo del nivel del Mar Mediterráneo, lo cual genera que una gran cantidad de sales se concentren en este cuerpo de agua. El efecto es que cualquier persona puede florar con mucha facilidad.


Después de soportar un peculiar almuerzo acompañado por una inexplicable cantidad de moscas retomé el viaje hacia el sur por la Autopista del Mar Muerto, rumbo a Petra. El paisaje estuvo conformado casi en su totalidad por zonas desérticas y vistas del Mar Muerto. Llegué a la ciudad de Petra casi al finalizar la tarde, fue muy fácil ubicar el hotel donde me quedaría las siguientes 3 noches. El hotel tenía una amplia terraza con muebles muy cómodos desde donde se podía visualizar la ciudad y el atardecer. Esa noche, después de un par de días distraído, nuevamente me percaté de los rezos anunciados por altavoz en la ciudad.


Día 13: Mie 02oct13

El día empezó muy temprano, en parte por la ansiedad de llegar temprano al ingreso y empezar a recorrer esta maravilla mundial. Al inicio del viaje ya había decidido entrar al complejo 2 días, así que compré el ticket válido para estos 2 días por JD 55. Después de tomar desayuno y cargar botellas de agua en la mochila, ingresé al recinto en Wadi Musa muy temprano y empecé el recorrido con calma. Muy cerca del ingreso, pude ver las primeras joyas del lugar: los Bloques Djinn o los Bloques de Dios y poco metros más allá una tumba con 4 obeliscos en forma piramidal.


Crucé un pequeño puente sobre una quebrada seca (al momento de la visita) y empieza un recorrido único por la carga emocional: el ingreso al Siq. Este tramo tiene una longitud de 1,2 km y es bastante fácil de caminar, es plano en toda su longitud y el sol de la mañana no llega a incomodar gracias a la sombra que las propias paredes de esta quebrada ofrecen.


El camino es sinuoso y estrecho, las paredes laterales en roca son prácticamente verticales y una increíble coloración naranja rosácea que en algunos casos muestra algunos árboles colgando de ellas. La superficie de la roca es suave y estratificada, pulida a lo largo del tiempo por el paso del agua durante su formación. La emoción creció a través de una rendija visualicé las primeras formas del más famoso monumento de Jordania: el Tesoro (al-Khazneh).


Lo que vino después no es descriptible con palabras.




Podía haber pasado horas de horas contemplando esa estructura tallada en roca rosada pero sabía que tenía más tiempo porque aún tendría el siguiente día para contemplarla nuevamente. Después de un buen rato observando cada detalle y las memorias que me dejaría esa visita, avancé hacia el resto de la reserva que contenía la zona de la Calle de las Fachadas, las Tumbas Reales y el Anfiteatro.


El calor era agobiante y antes de iniciar la extensa caminata hacia la parte más alejada de la reserva donde se encontraba la otra joya del parque me detuve a comer algo ligero y tomar una cerveza bien fría. Muy cerca al Museo de Sitio está el Gran Templo y la Calle de las Columnas, donde todavía se mantienen en pie las estructuras construidas en el Siglo I.


La subida hacia el Monasterio (ad-Deir) es una caminata extensa, siempre en subida, sobre terreno rocoso en buen estado, pero que requiere un estado físico adecuado. Según las guías este recorrido tiene una dificultad intermedia, por lo que no se le debe subestimar. Todo el recorrido es impresionante, hay muchas cosas por disfrutar en el camino, sobretodo la vista que se obtiene desde ciertos puntos.


Creo que completé la subida en 45 minutos, hasta que llegué a la explanada donde se levanta el Monasterio, más grande que el Tesoro, y con mucho menos visitantes. Frente a la estructura hay un negocio donde se pueden comprar bebidas frías y descansar. Me quedé sentado bajo la sobra para disfrutar el momento. Había leído que desde ese punto habían rutas para continuar haciendo trekking hacia otras áreas, pero estos recorridos eran de más de 2 horas y ya era media tarde así que no tenía tiempo, quizás es un buen motivo para regresar.


La baja fue mucho más distendida y paciente, para poder apreciar los detalles del camino, hasta llegar a la parte baja donde estaba el Gran Templo. Al caer la tarde, estaba saliendo de la reserva para descansar. Había sido un día memorable, con muchas emociones y definitivamente, algo que recordaría toda mi vida. En el pueblo, preguntando entre varios negocios donde no vendían cerveza (por las restricciones de la ley islámica) pude encontrar un pequeño hotel donde me vendieron unas latas de cerveza local: Philadelphia además de Amstel. Creo que Jordania no será una potencia en la materia pero tenían una cerveza decente.

Día 14: Jue 03oct13

A la mañana siguiente, me desperté temprano para volver a la reserva de Petra. Esta vez, mi visita sería mucho más pausada, considerando que ya había recorrido la zona y ya no subiría hasta el Monasterio. Mi plan era disfrutar de cada momento y tener más tiempo para poder sentarme a contemplar las maravillas de este lugar. Con más calma, pude tomar algunas fotos que me gustaron mucho y que resumían mi experiencia.




Día 15: Vie 04oct13

Con la promesa de regresar algún día, abordé el taxi que me llevaría al paso fronterizo con Israel, el puente Rey Hussein. Llegué temprano, pero ya estaba bastante despejado y el calor empezaba a hacerse sentir. La oficina de migraciones era pequeña y un poco rústica, pero trámite de salida es rápido y se debe pagar una tarifa de JD 4 antes de ir hacia la zona de embarque del bus (a un precio de JD 8) que me llevaría hacia la entrada a Israel. Este trayecto es largo, de unos 20 minutos y no hay otra forma de llegar que no sea en el bus o un vehículo particular (no hay taxis y no se puede ir a pie).

Al abandonar Jordania, fui mirando en retrospectiva lo que sentía antes de hacer realidad este viaje. La expectativa que me inspiraba Jordania era moderada pero a medida que fueron pasando los días, fui descubriendo innumerables detalles que me hicieron amar este país. Petra, Jerash, Madaba, Ajloun y la misma Ammán ofrecen una gran variedad de atractivos únicos en el mundo, cada uno con su propio encanto.

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